sábado, 12 de noviembre de 2011

MAZAMORRERO, MI MAZAMORRA


“¡La mazamorra... mazamorra…!” grita el mazamorrero: un hombre que vende mazamorra: bebida o postre de maíz con granos enteros. Su voz cansada se oye desde lejos y se va acercando poco a poco.  De pronto, sabes que está justo afuera de tu puerta o cuándo empieza a perderse de vista, así que -por lo primero o lo segundo - sales a tiempo para comprar la exótica bebida, que vale según la cantidad que se desee, medida por un cucharón sopero. Es muy barato.

Desde que soy niña he visto pasar a los mazamorreros o mazamorreras por las calles de mi barrio. En mi pueblo natal compraba, en mi actual residencia compro. No es un oficio único de los pueblos, también se presenta en las ciudades grandes. Quizás, en las ciudades se hallará sólo, o con más facilidad, en ciertos sectores, como barrios de estrato económico medio y bajo. Desconozco la situación en barrios de estrato alto. 

Así pues, que ver y/o escuchar al mazamorrero cada día es tan común para mí, tan familiar, que ya reconozco las horas cuando pasa, y casi siempre lo llamo en voz alta para pedir un vaso o dos. Luego al vaso le agrego leche (preferiblemente en polvo, porque es más cremosa), azúcar (hay gente que la prefiere con panela rayada o bocadillo de guayaba), y como con una cuchara.
Mazamorra de maíz (imagen de internet)
Y con el tiempo, el personaje del mazamorrero se inscribe en el imaginario del pueblo/barrio como hombre trabajador que pregona su producto, que viste ropa sencilla, que camina bajo el sol ardiente cargando una olla grande, cansado. Por mi parte, "el señor de la mazamorra" se me presenta como una imagen anónima, misteriosa, nostálgica, que vende en su olla esos ricos granitos de maíz.
 


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