Se trata, pues, de una zona residencial que encierra
una plaza viva; con jardineras, tiendas, restaurantes, panaderías, librerías, el
auditorio de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, la cual
programa conferencias, películas, documentales, recitales, etc., más las
personas que llegan en grupos o solitarias a darle movimiento al Carlos
E. –como se suele abreviar-, algunos acompañan su estadía con tabaco o marihuana
o algo de beber. También pasan peatones,
confundidos entre visitantes o residentes que van hacia sus casas.
Hace unos días el
Carlos E. tenía pocos visitantes, era un día gris con pronóstico de lluvia, sin
embargo, los que estaban conversaban y
fumaban un cigarro tras otro. Había en el auditorio de la Facultad de Artes de
la U de A. la proyección de un documental sobre el barrio, éste mostraba un
Carlos E. cotidiano, el transcurrir de sus días, entre lluvias y soles, el paso
de sus peatones, sus más asiduos personajes, visos de la vida al interior de
las casas dado a través de ventanas entreabiertas, de sonidos entre rejas, de
luces en las puertas... y otros momentos lentos de la realidad doméstica.
Todas aquellas imágenes permitieron una mirada de
otro aspecto del Carlos E., ese mundo residencial calmado que muchos visitantes
desconocen. De otro lado, el parque se mueve casi siempre, más que todo los
fines de semana; un viernes, estudiantes de las universidades cercanas, profesores,
artistas, amigos, desconocidos, artesanos, viajeros pasan a encontrarse con
otros, a “parchar” con el viejo o el nuevo, a ver el panorama, a tomarse un
vino o unos aguardientes, a pensar, a reír, a comer, a fumar, a ver una exposición en el Aula
Abierta, una película, o como antesala
de la rumba fija, algo así como una parada pre-rumba. Jorge, estudiante, señala que “es un lugar para parchar antes
de caer a la disco, un lugar de encuentro para luego decidir qué hacer, aquí el
trago es más barato que en un bar, además así nos vamos "prendos"”.
Hay días en que se camina rozando con el hombro del
otro, los lugares para sentarse están
llenos, incluso el piso – asiento más apetecido- está atiborrado de gente, de
bicicletas, de los toldos de los artesanos, de músicos tocando. Se escucha el
susurro de los visitantes, los tambores o vientos de los que regalan música, se
siente alegre, interesante, acogedor. Pero sólo hasta media noche es posible
quedarse sin inconvenientes, las reglas del espacio no permiten algarabías
hasta el amanecer, pues se trata de una zona residencial.
En fin, es Carlos E. un sitio de sentadas y caminadas, de diálogos entre bebidas y comidas, de cultura andante; es un lugar para visitar en Medellín, ya que ofrece una oportunidad de expansión cultural y social, es multicultural y diverso, es encantador.