Lo anterior me lo escribió mi amiga que está en Buenos Aires y no pudo asistir a mi boda. Inicialmente cuando le di la noticia también mostró su sorpresa; no gratuitamente, pues, igual yo pensé que estaba muy lejos del matrimonio, sobre todo en aquellos años de rebeldía adolescente. Creía estar convencida (todavía lo creo) de que no era “el sueño de toda mujer” como lo aseguran algunas mujeres de mi tierra.
Todo fue tomando
forma. Mis padres buscaron a alguien que se encargara de la fiesta para que nadie tuviera que preocuparse; pese a eso me preocupaba, un poco porque no estaba involucrada en la organización, pero
también porque no tenía ni idea de organizar bodas, porque no sabía cómo quería
el vestido (sólo que fuera sencillo, y poco disfruté la búsqueda), porque no
conseguíamos alguien que nos ayudara a diseñar nuestras tarjetas y luego porque las entregamos tarde. Aunque no hice
mucho no pude evitar cierto estrés, y hasta contagié un poco a mi novio que es
“serenidad andante”.
Cuando llegué estaba ahí mi novio, guapo como siempre, de traje negro con una sonrisa de oreja a oreja. En el último minuto le pedimos a nuestro padrino y amigo Elkin que nos cantara algo que quisiera mientras entrábamos a la sala, y él, un gran tenor, cantó “Ave María”; tanto emocionó a la notaria que suspirando dijo que casi lloraba; todos nos reímos y desde ese entonces la corta ceremonia civil fue menos seria de lo que normalmente sería. En mi pueblo muchas personas se conocen, por eso se permiten hacer chistes y que las cosas sean menos formales; así fue, a la señora notaria se le dificultaba pronunciar los nombres de los padres de mi novio y cometía errores garrafales: "Gabri... Gauri...", "Gawryluk" - le ayudábamos. "Ah, Gabriela". Nos reíamos, y al final decía: “bueno, ustedes me entienden”. La notaría queda a tres minutos de nuestra casa y el restaurante donde se haría la recepción a una cuadra, entonces transportarse era fácil.
Tuvimos una fiesta genial porque nos divertimos, tanto que me volvería a casar y hacer otra; esta tuvo un estilo muy tradicional y yo no decidí nada, pero si hacemos otra boda -de hecho queremos hacer un matrimonio con la otra familia- prometo involucrarme en la organización, contratar a un fotógrafo (aquí las fotógrafas fueron mis tías) que tome muchas y buenas fotos.
Hoy me siento tranquila. De algún modo, antes del matrimonio mi novio y yo habíamos pensado en una vida y planes a largo plazo, teníamos un compromiso implícito, es tal vez la razón por la que siento que nada ha cambiado mucho después de ese día, excepto que ahora llevo un anillo al que me estoy acostumbrando. Siento que mi relación sigue bien, que haber firmando un papel no ha cambiado nuestros sentimientos, o sólo nos ha hecho sentir más seguros; y aquel día de bodas nos sentíamos estupendos, estaban cerca nuestros familiares, vecinos y algunos amigos; toda la familia estaba alborotada, vi llorar y reír a mis padres de emoción, correr a mis hermanas y primas (en mi familia hay muchas mujeres) para lucir hermosas, tomar fotos, etc. Y yo me puse un vestido largo, tacones (como pocas veces); mi novio su traje caluroso en ese clima húmedo, pero siempre sonriente, nos hicimos fotos, bailamos. Fue un día bonito.