jueves, 29 de septiembre de 2011

LA MOTOTAXI EN PUEBLOS DE COLOMBIA

El mototaxismo es una nueva, o no tan nueva, modalidad de servicio de transporte. Se trata de motos de 2 ó 3 llantas que llevan a las personas a cualquier destino y cobran por ello más barato que un taxi común. El valor varía de acuerdo a la ciudad o pueblo y a la distancia recorrida. Digamos que por una distancia regular cobran entre $1.000 y 2.000 pesos aproximadamente.

Cuando digo que no es una modalidad realmente nueva es porque ha venido funcionando como medio de transporte masivo en algunos pueblos desde hace varios años, y con el tiempo se ha empezado a implementar en las ciudades.

La mototaxi aparece en Colombia como una alternativa en lugares donde no había medio de transporte público o era precario. Algunos compran motos para trabajar ellos mismos o para alquilarlas y ponerlas al servicio de esta actividad, incluso, hay quienes compran un gran número de motos y las alquilan para esta causa.

Una noticia publicada en septiembre de 2011 en El País indica que “un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo sobre mototaxismo, señala que una de las razones por las que creció este fenómeno es la facilidad de financiación que existe para la adquisición de este tipo de vehículos.”  Por supuesto, hay otras razones de fondo, como el desempleo, que llevan a los colombianos a buscar formas de ganarse la vida.

Istmina. Fiesta de la "Chocoanidad" del Colegio San Pio X. 2007
En Istmina, Chocó, por ejemplo, la cantidad de motos que ofrecen el servicio de taxi, me atrevo a decir, pasan de las 500, y las calles estrechas se atiborran de éstas generando tráfico. Otros pueblos aledaños viven experiencias similares. Pero, los pueblos en el Chocó no son únicos en esto, en la costa Atlántica y en el Valle del Cauca, por nombrar algunas regiones, también existen mototaxis como medio para movilizarse aceptado por la población. Infortunadamente en pueblos grandes y ciudades este fenómeno se ha estado asociando con la delincuencia. De manera que se está convirtiendo en un problema público, llamando la atención de entes políticos y de seguridad, y de la población misma. Además, en Colombia el mototaxismo es ilegal, y surgen reglas o prohibiciones que muchas veces desencadena en enfrentamientos entre policías y mototaxistas, como lo han mostrado algunos medios de comunicación en Colombia.

Ahora bien, las mototaxis no existen sólo en este país, las hay en varios países de América. En Perú por ejemplo, y como leí en Wikipedia también en Europa desde hace 10 años, y quién sabe en qué otras partes del mundo.
Chincha, Perú

miércoles, 28 de septiembre de 2011

CULTURA METRO EN MEDELLÍN

Desde hace 10 años que vivo en Medellín escucho a la gente jactarse del metro y de sus implicaciones en el desarrollo de la ciudad. El metro y la cultura metro hace parte del imaginario de la región. Se escucha en los pasillos y en los ascensores reproducir frases como “dejar salir es entrar primero”, incluso, los que tienen opiniones diferentes parodian “La Tortura Metro” (se puede ver en youtube). Hay una identidad flotante en el ambiente de esta ciudad por lo paisa, por “medallo” y lo que ofrece, entre tanto, un metro moderno, limpio y seguro. 
Metro de Medellín

En las ciudades que visité en donde hay metro nunca encontré un fenómeno igual, excepto si se trataba de una ciudad única en el país con metro que,  por cierto, tenían pocas líneas o rutas, como Medellín en Colombia y Varsovia en Polonia. Sin embargo, los polacos tratan el tema con menos orgullo. Se puede decir que se divide entre personas que lo admiran, sobre todo capitalinos, y las indiferentes que lanzan frases un tanto irónicas como: “en Varsovia también tenemos metro... con una línea”. Claro que para ellos es algo irrisorio pues los metros en países aledaños hacia el occidente tienen una larga historia, muchas líneas y resultan más eficaces. Quizás es importante mencionar que ambos países –aunque con historia y economía diferente- aún tienen un nivel de desarrollo bajo (por supuesto con miras al crecimiento) y el metro se convierte en un símbolo de progreso.

En estos últimos días he encontrado situaciones que me han hecho pensar en lo significativo que es el metro y la cultura metro para las personas de Medellín. Por ejemplo, leí en la estación San Javier que se ha invertido 12.000 millones de pesos en cultura metro, por otro lado, he escuchado a personas, que haya o no salido del país, hacen comparaciones del metro de Medellín con metros internacionales y por supuesto éste queda en ventaja; aún cuando no satisfaga las necesidades de transporte de gran parte de la población. Se hace un esfuerzo por extender las rutas con cables aéreos, transporte integrado y próximamente nuevas estaciones, pero sigue siendo insuficiente.


Metrocable
Dichas personas dicen cosas como que “hay que ver el metro de Londres o de Buenos Aires y qué desorden, qué suciedad”. Que en algunos roban, violan y es de lo peor, además, como la mayoría son subterráneos pasa de todo. De hecho, una profesora comparaba los subterráneos con el inconsciente, decía que es allí donde encuentras todo lo malo; y en este sentido el Metro de Medellín es diferente pues está a la vista de todos.

No quiero centrarme en hacer críticas de ningún metro, sin embargo, debo admitir que si bien el metro de Medellín me parece útil, limpio, lo uso cuando lo requiero y, estoy de acuerdo, hay que cuidar lo que tenemos, no puedo verlo como un motivo de tanta vanagloria. Quizás por mi condición de foránea o porque he visto otros metros que me parecen también muy eficaces y organizados, el metro de Madrid, por ejemplo.


Mapa del Metro de Madrid
Añado a esto que hubo aspectos muy positivos que observé en algunos metros de otros países. Me parecían medios de transportes abiertos para el pueblo, sin exclusiones: para el habitante de calle, la señora con su bebé en el cochecito, el docente universitario, el empresario, etc. Yo podía entrar con la bicicleta si estaba cansada y no quería pedalear hasta la casa. No había policías por todas partes (sí cámaras) y en algunos se podía entrar sin registrar el tiquete, aunque en general la gente optaba por pagar y registralo así fuera por evitar la multa.

De lo anterior, que se me ocurriera interrogar a amigos que viven en otros países. Encontré las siguientes opiniones (remplazaré los nombres por la nacionalidad).

Inglés: el metro de Londres es rápido pero cuesta demasiado. Casi nadie se habla en el metro, además no es común hablar con extraños. Prefiero el metro de Medellín. Puede ser más lento pero no me molesta, siempre hay mucha luz. Acá la plataforma se ve como un cenicero vacío, aunque esté limpia, porque las baldosas tienen un patrón de ceniza y suciedad a pesar de que están limpios.
Metro de Londres (foto bajada de internet)
Yo: ¿roban en el metro? 
Inglés: no, casi nunca se roba, es muy seguro porque hay un montón de cámaras.  

     Yo: ¿cómo te parece el metro de Varsovia?
 Polaco: un metro común y corriente, funciona, normal.

Por último, cuando vi el metro de Berlín ( el primero que vi en Europa) no pensé en si era bonito o feo, y ahora que lo pienso se nota un poco deteriorado por los años, pero es muy útil pues recorre casi toda la ciudad, en realidad puedes moverte casi  a cualquier lugar. Y para los alemanes se trata de un medio de transporte que se merecen porque para eso ellos pagan impuestos. 
      

 Ahora, he leído un artículo que deja muy a la vista lo que conlleva todo esto de la cultura metro en Medellín, no es un artículo reciente, pero lo he encontrado hace poco, y fue genial, porque significó hallar a alguien con una percepción de la situación muy cercana a lo que yo también vi, pero esto es mucho más amplio y con mejor estilo. Aquí dejo el enlace: Rumores que lleva el metro. http://www.universocentro.com/NUMERO10/RumoresquellevaelMetro.aspx

sábado, 24 de septiembre de 2011

¿SE PUEDE HACER AUTOSTOP EN COLOMBIA?

Saliendo desde peaje en Copacabana-Antioquia

¿Se puede “autostopear” en Colombia?. La respuesta es que sí, aunque puede ser difícil.

La  historia violenta de Colombia ha generado una imagen temible para el turista. Sin embargo, cuando deciden venir encuentran un país en el que se puede viajar y vivir. Un país grande de distancias largas entre ciudades, con variedad de paisajes y climas, y, normalmente, gente encantadora.

Por mi parte, puedo ver que no todo es fácil y que hay problemas, pero me siento tan cómoda en casa que siempre invito a que nos visiten. 

Respecto a viajar creo que no es muy barato, el transporte es caro, tanto movilizarse dentro de las ciudades como de una ciudad a otra. La comida, en general, también si comparo con países como Perú, incluso, con ciertos precios en súper mercados de algunos países europeos (los servicios sí son más baratos acá: comer en restaurante, un corte de cabello, manicure, etc.) Pero es un país que vale la pena ver.

Un viaje del interior hasta la costa Atlántica ha estado en los últimos años entre 80 y 100 mil pesos colombianos. Y si eres un viajero con poca plata o vas en pareja la suma se duplica y te lamentas. Por esta razón he optado por ir a donde quiero y hacerlo en autostop, aunque lamentablemente no funciona bien, la gente teme levantar desconocidos de las calles, los peajes son caros y las distancias largas.

Dentro del trailer del camión amigo.
Sin embargo, puede ser más fácil para las mujeres, siempre que viajé con amigas nos llevaron, sobre todo, camioneros. Una vez intenté con mi novio y logramos sólo 3 horas en un camión, luego tuvimos que coger un bus. Algunos viajeros me han contado que les ha ido bien, bien sea por el aspecto de extranjeros que provoca confianza o por ayudar al turista aventurero, que se piensa corre peligro en la carretera.

Para comenzar el viaje recomiendo salir de la ciudad e ir a un peaje próximo y esperar allí. Para dormir siempre se puede encontrar algo, hay  precios diversos y a veces muy baratos en lugares centrales y tal vez no muy seguros. Moteles de mal aspecto que por una noche no está mal. Es posible llevar consigo una hamaca para las situaciones extremas o para dormir en la playa.
Cuando no hay hamaca se puede en la arena.
He hecho 2 veces el viaje a la costa -ida y vuelta- siempre hasta Barranquilla y de allí es fácil transportarse a Santa Marta (a 10 mil pesos), Taganga y Parque Tayrona. Salíamos de Medellín a medio día al peaje de Copacabana en un integrado del metro, y llegábamos al día siguiente, durmiendo una noche en un hotel de carretera (desde 8.000 pesos) o en hamacas que colgábamos dentro o debajo de los trailer de los camiones.

Estando en Santa Marta pasábamos por Taganga, un pueblo con playa que tiene fama por sus fiestas nocturnas, y es posible encontrar hospedaje económico dependiendo la temporada (desde 10 ó 12 mil el cuarto). También fuimos al Tayrona, un lugar mágico donde podría quedarme toda la vida.
En uno de los viajes con una amiga, salimos en un camión desde el paradero de camiones en Santa Marta, cerca de la Bahía, hasta Bogotá. Por algunos percances no graves llegamos en 4 días. Y desde Bogotá a Medellín me fui en autostop sola. No tuve problemas.

Datos basados en viajes -a dedo- a la Costa hechos en el 2009 y 2010.
Valor del dolar: 1 dolar= 1800 pesos colombianos aprox. 

viernes, 23 de septiembre de 2011

PERÚ-ANDANDO

Perú es un país muy grande, con muchos lugares interesantes para visitar. El turismo es una fuente de dinero importante y cada lugar está preparado para ello.
Nuestro viaje fue en su mayoría a dedo (autostop) pese a que el transporte era barato (más que en Colombia aunque no tanto como en Ecuador). La gente local nos advertía de los peligros de las carreteras, pero no sentíamos miedo a las carreteras sino a las grandes urbes. Mientras estuviéramos en pueblitos y carreteras admirábamos la belleza del país, esperábamos carros que nos llevaran a nuestro destino, y funcionaba muy bien (a veces pedían plata a cambio, por eso es importante dejar claro las intenciones desde el inicio).

Nota: 3 soles= 1 dolar. 1 sol = 700 pesos aprox.  Datos de julio-agosto del 2010.
Frontera Huaquillas-Tumbes
Tumbes. Si se entra por Huaquillas-Ecuador hay que hacer sellar los pasaportes en Tumbes. Es un pueblo pequeño, calientísimo, de tierra árida y que carga toda la tensión de la frontera. Luego, quien no vaya en bus o carro particular, debe tomar un carro para salir. Así lo hicimos, Fuimos a Máncora a 6 soles.

Máncora. La primera impresión que tuvimos fue de confusión. Apenas bajamos del carro, hombres más o menos jóvenes nos abordaron obstaculizándonos el paso, la vista y el pensamiento. Balbuceaban frases, gesticulaban fuerte y mostraban plegables publicitarios de hostales. En medio de tal situación preguntamos por un camping y nos recomendaron un hostal que quedaba al otro lado de la carretera. Cruzamos la calle, caminamos hasta el fondo de la carretera y bajamos hasta el hostal; era de noche y el lugar se veía solitario. De pronto, mientras nos acercábamos a la puerta del hostal, en un camino lateral sombreado por árboles aparece la silueta de 2 chicos en una moto y con un arma (real o de juguete) apuntándonos, a lo que reaccionamos con huída y gritos. En unos segundos desaparecieron, y asustados pasamos la noche en aquel hostal.
De otro lado se encontraba la Máncora playera, veraniega, turística, fiestera. Es un pueblo con bares y hostales y gente. Disfruté mucho de la playa, el mar, el viento, el sol y la comida, aunque los precios no eran muy variados.
El segundo día nos fuimos a un hotel en la playa pensando que dormiríamos con el sonido del mar, pero (no) dormimos con el sonido de los bares cercanos y los mosquitos. 

Piura. Una cosa que llamó mi atención en este país fue sus tierras sin vegetación y arenosas. Inicialmente me encantaba verlo, era diferente a las tierras colombianas. Cuando llegamos a Piura nos dimos cuenta de la precariedad de agua que había en el país, al menos esa era una de las ciudades que padecía esto. Nos quedamos en el apto de un amable piurano que nos atendió, nos invitó, nos mostró la ciudad y a sus amigos. Allí por primera vez probé la comida típica peruana, una ronda criolla con ceviche de entrada, y “leche de Tigre”, también, la fusión de comida china y criolla en un Chifa de los mejores que probé. Lo sentí todo delicioso. Y fuimos a una Peña: bar-cantina con cantantes de cumbia peruana en vivo, lleno más de hombres que mujeres, prendido desde la tarde.

Trujillo. El frío empezaba a aumentar, y yo tenía que acudir a mi ropa de verano y a los busos de mi novio. Parecía un chico. Pero me gustaba llegar a un lugar nuevo. Allí nos quedamos en una casa de madera y guadua muy bonita, cerca de una playa solitaria, con parques sin niños, donde el mar golpeaba fuerte y poco a poco se comía un poco de tierra. No era tan bonito, prefería el centro histórico con sus casas viejas y monumentos. Aprovechamos y fuimos a Huanchaco ya que estabamos cerca y era barato, pero con el frío no apetecía entrar al mar.
Playa solitaria cerca de la casa.
Nuevo Chimbote. Llegamos aquí por casualidad. Inicialmente habíamos llegado a algún lugar raro de Chimbote y como se trataba de una ciudad grande decidimos tomar un carrito a un pueblo arenoso que no recuerdo el nombre donde el único hotel que había parecía cerrado. Así que fuimos más adelante hasta Nuevo Chimbote. Encontramos un hotel cómodo, limpio y muy barato cerca del Óvalo de la Familia. El hospedaje en Perú era muy económico, había hoteles y hostales de precios y categorías diferentes. Sólo pasamos la noche y no vimos gran cosa en la pequeña ciudad.

A Huaraz por Casma. Desde el pueblo anterior habíamos hecho un tramo largo hasta Casma. Luego un poco más por esas carreteras solitarias y de montañas amarillas hasta un lugar donde sólo había una iglesia chica, una tiendita y casitas de paja que parecían no tener nada adentro ni ser de alguien. A continuación un camión hasta ese entonces sin carga se cargó con nosotros. Y atravesando caminos rudimentarios y montañas majestuosas poco a poco el frío penetraba hasta los huesos. Por fin, a la 1 am llegamos a Huaraz. 
Un pueblo andino encantador, frío pero lindo, con montañas gigantes de colores. Uno de mis lugares preferidos. Su gente pequeña y vestida de colores en las fiestas tradicionales fue un espectáculo para nosotros, estábamos contentos (aunque agripados). Era un lugar tranquilo y en días de fiesta fue muy divertido.

No podíamos irnos sin hacer algo de trekking e ir a la Laguna 69, a 4.400 m.s.n.m. Caminamos 3 horas de subida, y un poco menos de bajada. Nos enfermamos con la altura pero valió la pena. Es muy, muy bonito.

Lima. El viaje hasta la capital fue el primer y único viaje largo a donde llegamos en un bus. Fue interesante porque llegamos como a las 6 am., a una terminal de transporte que era en realidad un garaje de los carros de la empresa o flota. Había una tienda con sillas que para esa hora eran incómodas. Hacía frío y deambulamos por el centro de la ciudad. Tomamos una sopa en un mercadito donde la olla gigante se posaba en el andén y la gente alrededor se sentaba a degustar la comida.
En horas de la tarde seguíamos caminando el centro por los lados de la Calle China. Al caer la tarde fuimos a casa de nuestra anfitriona para dormir y luego ir a un bar en Miraflores. Lima es una ciudad de muchos colores, tiene un centro lleno de gente y tiendas con chucherías. La parte histórica es bonita por sus construcciones pero muchas partes de la ciudad, sobre todo en la periferia, es gris, polvorienta y muy pobre. Nosotros pudimos ver esta cara de la ciudad por la forma en que viajábamos; siempre fue necesario ir hacia las afuera de las ciudades grandes y pararse en lugares a veces raros y solitarios.

Chincha. Era de noche cuando un hombre nos dejó allí y queríamos dormir. Buscamos un hotel de 20 soles el cuarto y dimos un paseo por la ciudad o pueblo quizás; no era tan grande, se podía caminar o ir en mototaxi a las partes retiradas.
Inicialmente vimos un mercado reblujado y colorido. Más tarde, discotecas y bares llenos de gente. Al día siguiente nos fuimos a un pueblo cercano.

El Carmen. Me preguntaba por la población afroperuana –había visto poca- y la música afro, entonces, busqué en internet y decía que Chincha era la cuna del folklor afroperuano y que en el Carmen la población negra practicaba danzas típicas. Por eso llegué aquí. Y encontré un pueblito rechiquito de calles solitarias adornadas con el sol resplandeciente. ¿Los negros estaban? Sí, pero dentro de sus casas. No había cerca sino 3 niños jugando bolas. Preguntamos a una señora, que amable salió al andén a saludarnos, que en dónde estaba la gente y la música y los tambores. Nos respondió que ahí siempre es así, que sólo hay música en los festivales, que, incluso, muchos de los buenos músicos se habían ido al exterior. Fuimos a otro pueblito cerca, también afro, allá era aún más pequeño pero siquiera había un grupo de personas jugando dominó en la acera de una casa. Se escuchaban risas y el golpe de las fichas sobre la mesa.


Ica. Llegamos en la noche a casa de nuestro anfitrión. Encontramos a 2 colombianos que viajaban en bicicletas y salimos a rumbear a una discoteca en las afuera. Fue divertido aunque el lugar estuviera lleno de turistas. De este lugar lo más bonito son las dunas, estas montañitas de arena en donde se puede hacer algo parecido al snowboard, pero en arena.

Nazca. Dormíamos en casa de un anfitrión muy chévere, en una casa muy cómoda. La ciudad, se decía, era una de las más turísticas del país debido a la atracción de las Líneas de Nazca. Nosotros no estábamos allí para ver las líneas, pues había que pagar para volar y verlas y no teníamos la plata. La ciudad no era tan grande, y la comida me pareció más cara que en otras ciudades. Encontramos gente amable, pasamos una noche de fiesta divertidísima con los amigos de nuestro anfitrión. Aprovechamos, claro, para ver alguito de las líneas desde un Mirador cercano que valía 2 soles. No fue la gran cosa, sólo se veían 2 figuras en la tierra seca. Supongo que desde el avión sí debe ser impresionante.
Abancay. Un amable señor que nos recogió en las afuera de Nazca llegaba hasta este pueblo y allí dormimos una noche, queda en el camino haci Cuzco (de regreso nos quedamos nuevamente una noche). Siempre llegábamos en la noche, dábamos una vuelta por una calle principal, tomábamos una cerveza en un bar, quizás bailábamos 2 canciones, veíamos la gente e íbamos a dormir. Es un pueblo en las montañas, frío, con muchas lomas, muy verde alrededor y con buen ambiente en la noche.

Cuzco. Es una linda ciudad, fría, pues queda en una parte alta. La zona antigua, las casitas, el palacio, las plazas, las calles estrechas con suelo empedrado, todo eso es muy bonito. Hay muchos turistas, bares, restaurantes y discotecas. Dormimos en el cuarto de un hotel de ambiente familiar -limpio- por 15 soles con baño compartido, cerca de donde nos dejó el auto que tomamos en Abancay (10 ó 12 soles).

Aguas Calientes- Machu Picchu. Hay que llegar allí antes de emprender la caminata hacia las ruinas y, si uno se anima, hasta uno de los picos: Machupicchu o Huaynapicchu. Esta zona es hermosa, segura, muy verde alrededor, se ven montañas altas y hermosas, arroyos y ríos de agua clara. Aunque Aguas Calientes en sí es un pueblo hecho para los turistas, casi no se ve gente local y está lleno de tiendas con ventas de artesanías y cosas caras, restaurantes y bares lujosos. También hoteles pero son normalmente caros. Al menos para nuestro bolsillo lo era. Dormimos en nuestra carpa en un campin en el camino a 7 soles. De ahí caminamos como una hora hasta las ruinas de Machupicchu. Habían cientos de turistas de todos los colores y nacionalidades. Algunos llegaban en bus. Para los picos había que caminar definitivamente. Escogimos el MachuPicchu (para el otro había que madrugar desde las 4  am.), subimos durante una hora, para en la cima mirar hacia abajo y ver solo neblina. Habíamos subido muy tarde y el sol se había escondido y todo se había puesto blanco, así que no pudimos admirar aquella vista magnífica de la que todos hablaban.

Aguas Calientes- km 28. Desde Aguas Calientes emprendimos la caminata hasta el Km 28, es decir, caminamos 28 km. No recuerdo el nombre de aquel pueblito. Caminamos por los carriles del tren durante nueve (9) horas. Fue exhaustivo, caminar en medio de las piedritas y carriles hacía que dolieran los pies. Cuando los trenes pasaban parábamos en los costados. Esta fue la manera más barata para regresar. Cuando llegamos al destino cogimos un carro a 6 soles hasta un pueblo más grande donde salían carros hasta Cuzco por 10 soles. Ese mismo día y, peor, el día siguiente las piernas dolían horrible.

Se aproximaba el final del viaje, teníamos que comenzar a subir. El regreso a la frontera de Tumbes-Huaquilla fue a dedo también. Haciendo paradas para dormir, unas veces en carpa en los pueblos de las montañas, otras en hoteluchos baratos. Y en una de las paradas aprovechamos que estábamos en Chiclayo y entramos al Museo de Sipán (10 soles entrada), me gustó mucho.
El cruce de la frontera estuvo mejor que cuando bajamos; desde ahí tomamos un bus directo a Quito (leer la entrada "Ecuador-ando").
 En pueblos pequeños y fríos de las montañas es seguro acampar en la calle.
Nota: El precio del hospedaje variaba según la ciudad, el tipo de hospedaje y las condiciones del cuarto. Nosotros pagábamos entre 10 soles por pareja (baño compartido) y 20 soles por pareja, con baño privado (por ejemplo, en Lima). A veces eran hoteles u hostales limpios, otras veces, sobre todo los más baratos con baños compartidos, eran muy sucios. Por eso es recomendable cargar una sabanita o un sleeping. También tener en cuenta que hacia el sur hay temporada de invierno, y a mitad de año hace mucho frío, entonces es cómodo llevar una buena chaqueta (si no toca parecer disfrazada como yo). Hay que saber que gran parte del viaje se va a pasar en las carreteras y que no siempre el mismo día se llega al destino (a dedo nunca se sabe).
Cuando haya parada en alguna parte de la carretera y toque dormir en carpa y te quieras duchar, siempre es posible buscar quien te preste o te alquile una ducha por unos 2 soles.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

ECUADOR-ANDO

Autostop es una forma de viajar que me ha permitido moverme por algunos lugares con poco dinero. Este es el turno de Ecuador. Viaje -con mi compañero de rutas preferido- en junio de 2010, que duró un poco más de 1 semana y que casi en su totalidad fue a dedo. Muchas veces estábamos en la parte trasera de los carros, arropados hasta el cuello cuando el viento nos congelaba.

Ecuador un vecino tan cercano que no es raro que se parezca mucho a Colombia en algunos paisajes sobretodo en los límites con Nariño. Al cruzar la frontera, a no ser por las dinámicas fronterizas, pareciera que continuaras en el mismo territorio, sus montañas verdes, las caras y hasta el acento de su gente. También hay una región afroecuatoriana con ricas tradiciones musicales que comparte la Marimba con nuestro Pacífico Sur.  Entre otras cosas que los hace tan similares como diferentes.

Salimos desde Medellín en bus hasta Pasto ($80.000). Desde el Terminal empezamos a caminar hacia la vía que va a Ipiales. Era barato en buseta, algo como $7.000, pero nos paramos en aquella carretera y en una espera de 15 minutos un ecuatoriano en su camioneta nos invitó a la parte trasera de ésta y fuimos con él. En la frontera nos esperó comedidamente mientras tramitábamos los sellos. Luego nos detuvimos en donde se dividen las carreteras, una hacia Quito otra hacia la ruta del Sol. Decidimos pasar por la costa aunque no había sol. En Ecuador cambia la temperatura de acuerdo a la región y a la estación, en esa parte en julio estaban en invierno (no como en Europa, tampoco como en Colombia), hacía un poco de frío, y aunque a veces no lloviera el cielo se pintaba de gris cada día. Yo en aquel error de desinformación no cargaba ropa para el frío y me la tuve que jugar para salir bien librada. 

El autostop en este país funciona y muy bien, a pesar de que el transporte es tan barato. Es tres veces más barato que en Colombia. Parados en el inicio de la ruta del sol avanzamos hacia el primer pueblo donde llegamos de noche y ya no había forma de salir: San Lorenzo. Pueblucho pequeño de noches solitarias y pánico en las calles. Pagamos un cuarto a 15 dólares la pareja. El aire húmedo y la vegetación tropical me recordaba a mi tierra. Al día siguiente salimos de allí y llegamos a Atacames. Pagamos 10 dólares el cuarto con baño privado. Por el corto tiempo que estuvimos no puedo decir mucho, pero fuimos de fiesta a la playa, hay kioscos con música. Tuve la impresión de que los ecuatorianos no eran muy buenos bailarines :)
En San Lorenzo
Luego llegamos a Mompiche. Logramos llegar a dedo hasta la entrada, luego, hay una carretera alterna que indica que en el fondo está la población. Caminamos por la carretera de pantano seco hasta ver un lugar pequeñito de calles empantanadas y pocas casas, algunas destinadas al hospedaje de los turistas. Conseguimos 1 cuarto a 5 dólares la pareja en un hostalito en la playa. Estaba bien, excepto por los mosquitos que atravesaban el toldo. No hay tiendas grandes por lo que es preferible llegar con cosas para preparar. Nosotros comíamos donde una señora que hacía almuerzos a 1, 50 dólares el plato: pescado (carne de cerdo o pollo), arroz y plátano. Nos parecia muy tranquilo el sitio, en la noche había música en un bar playero y 2 ó 3 personas. No había mucho qué hacer. Para descansar es un lindo lugar

Para salir de Mompiche tomamos un carro que nos dejó en la carretera principal. En el camino un papá y sus hijas nos llevaron hasta un pueblo remoto. Como a 25 centavos tomamos un bus a Canoa. Este también un pueblo pequeño -no tanto como Mompiche-. Había hostales, camping, restaurantes, discotecas, kioscos y tiendas. Nos quedamos en el camping de una alemana que radica allí hace varios años. Pagamos 6 dólares por un cuarto con cama y baño privado. El agua de la ducha era un poco salada, pero casi siempre estábamos en la playa y en la calle. Fue uno de mis lugares preferidos por lo bien que la pasamos. Los días transcurrían tranquilos pero en las noches buscábamos fiestas. Al final, aunque las discotecas tenían gente, la mayoría turistas, nos aburríamos y preferíamos tomarnos unas caipiriñas en una casita que en su andén tenía un letrero “Caipiriñas a 1 dólar”. Hasta ese momento el ambiente en la costa me parecía distinto a mi idea de costa. Me encontraba con costeños de poca bulla, de poco baile. 
Ruta del sol. Casi siempre la carretera iba al lado del mar
Montañita fue nuestro próximo destino, “la esperada”. Todo viajero que conocí hablaba tan bien de las fiestas allí que llegamos para verlo. Encontramos un pueblo que comenzaba a cambiar: las calles principales pavimentadas recientemente, almacenes de ropa de moda, restaurantes, bares y discotecas propios de una playa citadina, aunque seguía siendo un pueblo pequeño. A mí me gustaba las callecitas vivas: músicos, artesanos, turistas y nativos, carritos con ventas de fritangas y hamburguesas, luces. Esperaba la noche, ésta, sin embargo, no fue tan lujuriosa como la imaginaba, había más lugares para la diversión que gente que los llenara. Aquellos días cerraban temprano los bares y demás. Algunas veces nos uníamos a unos músicos que seguían la algarabía en la playa alrededor de una fogata. Tocaban guitarras y tambores, yo me animaba a bailar y a cantar música de Colombia, y nos emborrachábamos.
Estuvimos tan sólo 2 días ahí. Pagábamos un cuarto a  5 dólares con baño privado en un camping cerca de la carretera.

Bueno, como no todo podía ser perfecto al día siguiente no logramos llegar hasta Guayaquil en autostop sino que arribamos en Manta en la noche, y para nuestra sorpresa era una ciudad grande. Estábamos perdidos cerca de un mercado donde lo bueno fue encontrar un plato de comida que nos sació el hambre. Desistimos de los hoteles cercanos, buscábamos algo aún más barato. Caminamos, entonces, por calles donde éramos los únicos peatones y atravesamos un puente. Llegamos a un sector donde había unos hoteluchos. Preguntando por aquella calle sola y de poco fiar aceptamos un buen precio, 8 dólares con baño privado. El administrador era un paisa que andaba con su mujer tratando de sobrevivir con ese hotel deshilachado. Un hotel viejo de pisos y escaleras de madera. En fin, ahí nos quedamos y hasta nos animamos para salir a un bar karaoke que había al lado, administrado por su mujer.

Plaza de las iguanas.
El día siguiente habíamos llegado a Guayaquil en bus desde Manta. Nuestra anfitriona nos esperaba en la terminal. Ella vivía con su familia y se portaron geniales. Es una ciudad grande, había que usar transporte urbano que era muy barato. Caminamos el centro, el parque de las iguanas que me hicieron gritar. El malecón, el barrio de las piedras -o peñas-. Hacía un calor increíble. Después de 1 día y 2 noches salimos a dedo dirección Machala.
 Y aquella misma tarde llegamos a la Frontera Huaquillas-Tumbes. Fue un caos. La experiencia allí fue abrumadora, y no porque nos atracaran como la gente allí nos advertía, sino porque todo alrededor era confuso, caluroso. El miedo y la insistencia de los habitantes con el -supuesto- peligro que corríamos se nos hacía insoportable y al mismo tiempo increíble.

La amabilidad que, dicen, caracteriza a los latinoamericanos parecía inactivada. Preguntábamos a la gente dónde hacer sellar los pasaportes y respondían con el imperativo "¡Toma un taxi!". “Pero, sólo queremos que nos diga dónde queda la oficina", repetíamos nosotros.  "Toma un taxi, este señor te lleva barato", respondían. Preguntábamos en la inspección de policía, a los particulares, a los taxistas y las respuestas eran similares. En seguida algunos mototaxistas se acercaban ofreciéndonos sus servicios para llevarnos a algún lado. Nos negábamos. Decidimos que saldríamos de ahí por nuestra cuenta, mientras taxistas y motociclistas endemoniados nos gritaban que nos robarían en ese tramo de casi 1 km. Pensábamos que ese era el paso que debíamos dar.

Hicimos caso omiso y con mochila al hombro emprendimos el camino fronterizo entre Ecuador y Perú. Desolado y soleado. Yo, miraba hacia todos lados, imaginaba a alguien llegar con un arma y arrebatar nuestras pertenencias. Mientras tanto las mototaxis pasaban de aquí pa’ allá.

Llegamos al fin (y muy bien) a la oficina de Migraciones, el señor verificó que nos faltaba el sello de salida (¡claro, estábamos en Tumbes, Perú!), por tanto, debíamos regresar a Huaquillas. Entonces, le preguntamos que en dónde estaba la oficina, a lo que insistió que debíamos regresar en mototaxi. Nosotros tercos repetimos la pregunta y nos gritó que cogiéramos la moto que si no nos podrían matar en ese camino. Estábamos confundidos pero cedimos a nuestra testarudez y lo hicimos como nos sugerían. Al otro lado nuevamente los taxistas se abalanzaban sobre nosotros para ofrecer sus servicios a 9 dólares. Intentamos que un bus, que a su paso podía dejarnos cerca de la oficina a muy pocos dólares, nos llevara, pero los conductores indiferentes nos dijeron que NO. Finalmente fuimos con una mototaxi. La oficina quedaba lejos de la frontera. De haberlo sabido, de haber tenido las respuestas adecuadas... Aquella tarde logramos entrar a Perú legalmente.

¡Ah! de regreso por Ecuador y desde la frontera tomamos un bus hasta Quito a 15 dolares más o menos. En Quito pagamos un hotel también económico. El casco antiguo de esta ciudad es hermoso, disfruté mucho pese al frío y a los viajes en el TROLEBUS, llenos de gente, apretujados, empujándonos unos a otros, dándole oportunidad a los ladrones de robar fácilmente billeteras como la mía :(  
Centro de Quito

miércoles, 14 de septiembre de 2011

VIAJANDO A DEDO (AUTOSTOP) POR EUROPA

Esta es una descripción sencilla del recorrido de un viaje a dedo (autostop) que hice con mi pareja por Europa, saliendo desde Varsovia- Polonia atravesando Alemania, Francia, con destino a España. Un viaje económico que nos dio un soplo aventurero, nos permitió conocer las carreteras y algunas ciudades, visitar viejos amigos y hacer nuevos. Hicimos paradas en Hamburgo, Colonia, Montpellier, Barcelona y Madrid, más las gasolineras en donde pernoctamos algunas veces.  
El relato está dividido en 7 partes e incluyo anotaciones que cuentan de las personas y las situaciones que encontramos en el camino, y  frases que resaltan recomendaciones. Aclaro que uso la palabra gasolinera y bomba –de gasolina- para referirme a lo mismo, ambas formas usadas en Colombia.

Lo más complicado es salir de las ciudades grandes. Buscar la salida de la ciudad hacia la autopista, tomar varios buses o metros hasta encontrar una bomba de gasolina siempre fue largo y tedioso; aunque en Varsovia no tanto; tomamos 2 buses urbanos hasta las afuera de la ciudad, como no era autopista nos paramos al costado y de ahí nuestro primer aventón.
1.  Warszawa – Łęczyca. A las 2 pm. partimos con una pareja más bien silenciosa.
2.  Łęczyca – Stryków.  Un señor nos dejó cerca de una autopista pero en medio de la nada. Sin ninguna idea de cuánto faltaba caminar hasta un peaje, caminamos mucho al lado de carros y camiones pesados que al pasar dejaban el humo y un viento polvoriento en nuestras caras. A  las 6 pm habíamos hecho 123 km (por suerte en verano oscurece tarde, más o menos a las 10 pm.).
 
3. Stryków – Poznań (la autopista 10 km. después de Poznań). Justo cuando empezaba a sentirme cansada de caminar con el peso de la mochila en la espalda, sin aún llegar a ningún lugar, apareció un chico en su auto rojo y nos llevó un buen tramo hasta una gasolinera en las afuera de Poznań.
4.  Poznań – Hamburgo: al anochecer salimos con un obrero polaco que llevaba un montón de pepinos en su carro. Llegamos a las 4 am. a una Hamburgo madrugadora donde se paseaban algunos trasnochadores callejeros. Buscamos la dirección de la casa de nuestros amigos y dormimos unas horas. 

Tener amigos y visitarlos es una buena razón para entrar a las ciudades además del interés de conocer el lugar. También hay comunidades en la red que a través de ellas puedes encontrar a alguien que esté dispuesto a hospedarte por 1 o 2 días, así que no sólo conoces gente sino que ahorras mucho en el viaje, pues en Europa el hospedaje es muy caro comparando con algunos países de Sur América y sobre todo para los colombianos  -pobres- a la hora de hacer el cambio de moneda. 

  1. Hamburgo – Colonia. Nuestro amigo nos llevó a una gasolinera en las afueras y en 15 min. nos levantó un señor turco muy simpático. Yo dormí casi todo el viaje. Nos dejó en una gasolinera de las afueras de Colonia, luego fuimos hasta la estación de los tranvías (con un señor en su buseta con zanahorias). Por fin a las 6 pm estábamos en la estación del metro donde nos esperaba una gran amiga que sería nuestra anfitriona por 5 días. Conocimos gente amable, fuimos a fiestas, vimos películas, dimos paseos por la ciudad en días de cielo gris como los tenis que allí compré :)

Es muy importante quedarse siempre en una gasolinera, un paradero o un peaje si no estarás perdido (aunque nos pasó en 1 peaje de España que nos prohibieron el autostop), porque en Europa caminar en las autopistas es prohibido, también que paren los carros, aunque van tan rápido que ni les da tiempo. Sin embargo, es importante saber que las autopistas suelen ser la mejor opción, hay carreteras secundarias pero pasan menos carros o van a distancias cortas.
Con los alemanes funciona bien el autostop, te llevan muchos km adelante. No obstante, en una parte del camino entramos a las carreteras secundarias que aunque son más bonitas, se puede ver la gente y las ciudades (entramos a Bonn y pueblos cerca), no adelantamos mucho y resultamos en medio de una calle en una ciudad cualquiera. Allí, sin saber cómo salir a la autopista, en un lugar poco apropiado para el autostop esperamos. De repente alguien se detiene y nos retorna a la autopista. Era un hombre alto, bien vestido y con uñas de los pies muy limpias.
  1. Colonia – Bad Nauennr-Ahrwir: un chico nos llevó 30-40 kilómetros.
  2. Bad Nauennr-Ahrwir – Las afueras de Koblenz: con un chico que nos dejó en un lugar retirado donde no sabíamos cómo salir a la autopista.  
  3. Koblenz – Autopista no 5. Bomba en la autopista donde nos dejó el señor con uñas de los pies limpias.
  4. Bomba en la autopista no 5 – otra bomba a unos 20km antes de Freiburg. Trayecto que hicimos con un alemán joven y muy simpático que iba hasta Italia para hacer un curso de meditación.
  5. Al caer la tarde seguíamos en la bomba. Yo prefería dormir, así que pasamos la noche en la carpa en un campo de trigo seco ya podado que estaba al costado.

Llevar comida para el camino: latas y sopitas en sobres para las paradas largas, y si sales de una ciudad haz sándwiches para las próximas horas. El hambre ataca fuerte en cualquier momento. En Europa, a diferencia de Colombia, en los supermercados se encuentran productos de verdad súper baratos. Ej. Tesco, Lidl, etc.


  1. Desde la bomba de gasolina cerca a Freiburg -Montpellier. Un joven de África nos dejó en las afueras de la ciudad francesa ese mismo día al caer la tarde, en seguida caminamos hasta la casa de nuestros anfitriones. Es una ciudad pequeña con calles estrechas de cemento y sol impetuoso. Dormíamos en un cómodo sofá con la ventana abierta. Compartimos cenas con quesos franceses y un divertido partido de vóley playa. Gozamos del mar, y fue grato el reencuentro con una vieja amiga.
Hacer letreros en papel o pedazos de cartón con el nombre de la ciudad a la que vas o “próxima gasolinera”, esto y mostrar el dedo pulgar levantado (Al menos en esa parte de Europa es válido este signo). A veces nos acercábamos a la gente para preguntar si podían llevarnos, pero la negativa nos dejaba tan mal sabor que preferimos que la persona decidiera por sí misma. Asumí un lema: “quien quiera llevarnos lo hará”.
  1. Montpellier – Narbonne: fuimos con un señor que decía que hablaba español como caballo muerto. Me preguntó por el torero colombiano ¿se les ocurre de qué torero hablaba?.
  2. Llegamos a una bomba de gasolina en Perignan, a 20 km. Fue una espera larga debajo del sol. Por fin arrancamos con un loco en su carro deportivo que le pidió a mi pareja que conduciera.  Llegamos a España a una bomba en la autopista A7, aprox. unos 20 km antes de Figures.
  3. Figueres – Barcelona: con un chico francés que hablaba español y se iba de vacaciones. Visitamos la ciudad y a unos amigos que viven en El Masnou -ciudad aledaña- cerca de la playa. Pasamos 3 días fantásticos; nadamos en el mar, paseamos en bicis, tomamos vinos a 1 euro, cervezas en los “Chiringuitos” (barcitos de madera en la playa).

Es importante no desesperarse por avanzar y esperar el aventón adecuado. A veces aceptábamos cualquier oportunidad de avanzar unos pocos km. y llegábamos a lugares poco estratégicos donde parecía que nos quedaríamos a vivir. Con el tiempo íbamos perdiendo ánimos por lo que decidíamos caminar a otro paradero pero el cambio no era satisfactorio. Hay que mirar el mapa para verificar en dónde están las gasolineras y preguntar a la gente si pasa por una.
  1. De Barcelona hasta Villanova y La Geltru, donde fuimos en un tren de cercanías, bajamos en la estación Cubelles y caminamos hasta el peaje. Eran las 3 p.m. aprox.
  2.  Desde el peaje empezamos con un señor que nos llevó a un lugar unos 20 km después de Tarragona.
  3. Desde el lugar donde nos dejó el señor, adelantamos apenas 20 km hasta el peaje (lugar donde un español encargado de la Seguridad no nos quería dejar hacer autostop. Amenazó con llamar a la policía). Corrimos con suerte que una buseta con unos jóvenes nos llevó hasta la bomba cerca de un pueblito llamado l'Almadrava.
  4. Después ya no me acuerdo con quién fuimos hasta una bomba en la autopista Barcelona – Valencia, a 180 km. antes de Valencia, donde dormimos preocupados por un ventarrón; sentíamos que la carpa estaba en despegue de vuelo. En todo 1 día habíamos hecho poco camino.
Parece que en algunos países, por ejemplo España, NO es fácil hacer autostop (al menos para nosotros no lo fue). Hasta llegar a España nuestro viaje iba rápido y sin quejas. Allí no hay costumbre de levantar a los desconocidos de las carreteras, se dice que la gente siente miedo,  algunos –nos pasó- pedían plata a cambio, y a otros simplemente no les da la gana.

  1. De aquella bomba empezamos a las 9 am. con un señor de algún país del Medio Oriente que nos llevó unos 20 km hasta la próxima gasolinera.
  2. Después conseguimos un señor que venía desde Polonia; era masajista del equipo español durante el Tour de Pologne (competencia de ciclismo). Nos llevó hasta las afueras de Valencia.
  3. Desde las afueras- Valencia. Un señor con su bebé que iba a un pueblo a 1 hora de Valencia nos dejó en una bomba que quedaba unos 40 km después de Valencia. Desde allá un chico pastor nos llevó otros 10 km adelante y al final terminamos caminando por una carretera secundaria cerca de un pueblo remoto que tenía el nombre “Siete Aguas”. 
  4. Después conseguimos un aventón hasta una bomba cerca de Requena. Esperamos mucho tiempo hasta que una señora nos llevó a “la mejor” (tengo mis dudas) gasolinera para los autoestoperos en Utiel, pequeña ciudad en la que no pasaba nada. Eran las 8 p.m. y desistimos de la idea de seguir esperando. Acampamos en el patio de una casa abandonada cerca de una bomba que nos suplía de agua para beber, lavarnos lo dientes y asearnos un poco.
  5. El día siguiente cogimos el tren de Utiel a Madrid (20 euros por persona), pues arriesgábamos los últimos 2 días bronceándonos en las gasolineras españolas.
  6. En Madrid pasamos 2 días; el primero, descansando del viaje, especialmente de los 2 últimos; el segundo, despidiendo las vacaciones. Celebramos el cumpleaños de nuestro amigo anfitrión, pasamos una noche genial con sus amigos tomando cervezas en un bar y luego en una placita. 

    Entre cosas, considero que hacer el viaje en autostop es mucho más entretenido y seguro en compañía. Dicen que puede ser más fácil que alguien te levante de la carretera si es: 1 chica, 2 chicas, 1 chico, una pareja chica-chico, 2 hombres, en ese orden. Aunque hay casos que viajan 3 personas y funciona. Por supuesto creo que mucho tiene que ver con la suerte, tal vez con la cultura del país en el que se está o del país de origen de los conductores.  Hablando con ellos, me decían que miraban las caras, entonces pensé que la apariencia sí era importante y trataba de estar y/o verme limpia, con ropa cómoda y que no oliera mal. Sé que se referían también a la confianza que les provocara esas caras. 

    En fin, sí se puede viajar a dedo en Europa, pero hay que estar preparado y saber que, por razones que ya he nombrado, se pasa mucho tiempo en las autopistas y gasolineras, a menos que se decida entrar a cada ciudad.

    NOTAS EXTRAS: GASTOS Y TRANSPORTE 
    (1 dolar estaba a 1850 pesos, 1 euro a $2.500)

    El vuelo Medellín- Madrid costó 1’300.000 pesos colombianos ida y vuelta. De Madrid a Katowice (Polonia) en vuelo barato y luego en tren a Varsovia, también a buen precio. La mayoría de los gastos fueron la comida, las bebidas en las reuniones, el transporte al interior de las ciudades y para salir de ellas. 

    De regreso a Madrid en autostop gastamos aprox. 100 euros por persona durante 17 días. Obviamente con este presupuesto no destinábamos 20 euros c/u para tomar un tren, pero toco. Sabemos que a veces no es fácil viajar gratis, sin embargo, se puede por lo menos reducir gastos.

    En Alemania, en algunas ciudades se puede entrar al metro y a los tranvías sin haber comprado el tiquete. En los autobuses miran el pasaje a la entrada o si abren todas las puertas puedes meterte por las puertas de atrás. Claro que te arriesgas a que los inspectores te multen, pero nuestros amigos alemanes dicen que es poco probable. Los revisores pasan sólo de vez en cuando. Lo malo es que luego de estar adentro no se está tranquilo sino pendiente de si entran. 
    Aunque parece muy ingenuo los inspectores llevan uniformes así que puedes bajar en cuanto los veas. Nos contaron que en otras ciudades se camuflan entre la gente con ropa particular. También supimos que en Colonia los estudiantes tienen pasajes mensuales que les permite llevar a otra persona gratis de lunes a viernes después de las 5 p.m. y los fines de semana tiempo indefinido. Nuestra amiga  nos contó que es común entrar sin pasajes y preguntar a una persona joven si es estudiante y tiene este tipo de tiquete y si puede hacer el favor de incluirnos como acompañante. Es una forma perfecta para ahorrar unos euros y viajar legal.

    En España es complicado viajar ilegal. En Madrid y Barcelona el medio de transporte más útil es el metro y para acceder a él debes registrar el tiquete y la puerta se abre unos segundos para que puedas pasar. En las estaciones principales en las horas pico siempre hay vigilantes que verifican si la gente registra los tiquetes. Por el contrario, en las otras estaciones puedes registrar un tiquete y pasar 2 personas, aunque en Barcelona especialmente si logras hacer esto a la entrada no puedes repetirlo a la salida, pues el sistema te obliga a pasar el tiquete nuevamente por la registradora. En fin, si bien es posible que la gente ingenie maneras para viajar ilegal, es muy difícil. Recomiendo comprar los tiquetes.   

    En Varsovia es posible viajar sin comprar el tiquete en el metro, tranvías y autobuses, pero siempre hay riesgos de que te multen. Los revisores se mezclan entre la gente con ropa común. Los viajes son baratos (2 Zlote = 1400 pesos colombianos) y puedes cambiar de rutas con el mismo tiquete, así que recomiendo comprarlos. 

    Nota: Datos de Julio- agosto del 2011.